Las grandes historias no surgen de la nada,
no surgen de un “hola” y un “adiós”
no surgen de un “quizás” o un “tal vez”
no surgen de un “nunca” o un “para siempre”.
Las grandes historias nacen de las caídas,
de los engaños, mentiras y dudas;
aquéllas que, pasando años luz, siguen marcando
aquéllas que grabadas quedaran en tu corazón.
Pueden pasar segundos, horas, días, meses o años,
que en ti inmersas están como espina en tu alma
como huella en tu corazón, imborrable grabación,
porque el sufrimiento se paga y del error se aprende.
Podemos caernos, levantarnos y volver a caer.
Podemos reír, llorar, gritar, enfadarnos, chillar;
pero nunca dudar y jamás dejarnos ganar;
porque del recuerdo no se vive, pero si del ahora.
El recuerdo, recuerdo es y en cenizas queda.
Vivir el presente, el ahora; luchar por el hoy y el mañana,
porque las historias verdaderas son aquéllas que marcan,
que nos hacen luchar para seguir, que nunca fáciles serán.
Risas y lágrimas costarán, sacrificios y falsas promesas,
pero te harán seguir a pie del cañón
como fiel soldado que lucha en su escuadrón
porque no importa el esfuerzo si mejor la recompensa.
Porque es nuestra historia y nosotros sus dueños,
porque una vez escrita, difícil de borrar los recuerdos.
Cobardes teniendo el lápiz en mano sin escribir su historia,
porque es “suya”, “mía”, “nuestra”, “tuya”; porque
no podemos escribir nuestro fin, pero sí el fin de nuestra historia.